jueves, 12 de mayo de 2011

¡No reneguéis del Apóstol!

Nunca reneguéis del Apóstol. ¿Creéis que al Apóstol le gustaría que renegaseis de él? Pensadlo detenidamente mientras rezáis una pequeña oración, como por ejemplo el Avemaría.

A veces es una tentación renegar del Apóstol metidos en la vorágine del trabajo, de las facturas, de los problemas cotidianos, de las diversiones. ¡Pero el Apóstol está ahí y no reniega de nosotros! ¿No es injusto que nosotros sí reneguemos? No se debe renegar del Apóstol porque renegar del Apóstol mismo es como renegar de lo que no es renegable y no conviene renegar para no ser unos renegados del Apóstol.

No sé si me explico. Quizá con un ejemplo se entienda mejor. Imaginaos los alimentos. ¿Quién tomaría los alimentos sin purificar y sin rezar antes un Credo en familia? Nadie, ¿verdad? Pues lo mismo sucede con los actos con los que se reniega del Apóstol. Son, en fin, actos impuros que pueden causarnos daños igual que unos alimentos en mal estado o que no hayan sido purificados según las pautas que marca el Apóstol.

Renegar de mí (Tono) o hacer burla de mí equivale a renegar del Apóstol en su misma persona, ya que todo lo que yo digo es lo que me manda decir el Apóstol.

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