lunes, 9 de mayo de 2011

Historia de las revelaciones del Apóstol 2

¡BORRA LA SEÑAL VISCOSA CON TU VIDA DE APÓSTOL!

Según me acercaba al Hombre resplandeciente
, decidí hacer un gesto que fuera del agrado del Apóstol: cantar fuertemente la Salve. Fuertemente porque la firmeza no está reñida con la educación. El Apóstol, en viéndome llegar, se puso en pie y alzó los brazos en ademán solemne. El carnesí de su túnica en medio de la nieve virgen me deslumbraba como una aparición, casi cegándome.

Cuando estaba a pocos pasos, con las manos juntas en oración, y mirando con Amor al Apóstol, este exclamó con sus ojos puestos en mí: “ ¡Alma de apóstol, eres entre los tuyos la piedra caída en el lago”.

Esa fue su primera alocución. Yo caí de rodillas, ensimismado en mis rezos y en el influjo de la túnica carmesí, pero Él seguía clamando con fuerte voz: “¡Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio en los alimentos!”

Yo ya había sido abducido, aunque no comprendía bien sus mandatos.

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