lunes, 16 de diciembre de 2013

Historia de las revelaciones del Apóstol 5

LAS COSAS PEQUEÑAS

Días más tarde de la aparición en la nieve, yo ya me consideraba un siervo del Apóstol para lo que Él dispusiera. Monté a los pies de mi humilde cama una urna transparente de metacrilato con los restos del bocadillo que el Apóstol dejó, y rezaba con fervor ante esta reliquia implorando nuevas señales e instrucciones a seguir.

Entretanto ya había dispuesto todo lo necesario, según las instrucciones recibidas. Había contratado una línea ADSL con Telefónica de España, S.A.U. y me había creado una cuenta de correo electrónico en Gmail, con la ayuda de mi primo, que está ingresado en un centro especial pero sale los domingos y quedamos. 

A las tres semanas de mis imploraciones, noté una noche como la cortina que está detrás del televisor, en mi salita de estar, adquiría lentamente un color canela como el humo en el que se devaneció el Apóstol, y, muy despacio, se iba formando una imagen borrosa con forma de boca que se movía como si hablara, pero sin sonido. Maravillado ante estos fenómenos, caí de rodillas en el acto aguardando los mandatos que el Apóstol en su misma persona tuviese a bien hacerme.

De pronto, la boca misteriosa comenzó a emitir sonido y me maravillé de nuevo con la voz del Apóstol, que clamaba:

 - Entrarás y comentarás en los blogs y páginas webs de la lista que yo te mandaré esta noche por mail. Transmitirás en ellos mi mensaje que, poco a poco, ha de ir calando en las gentes. Desde esos blogs nos azuza el demonio y tú serás mi arma contra él. 

Yo no alcanzaba a comprender bien mi misión, pero me reconfortaba ese color canela, un poco apagado, de la boca reflejada en la cortina. Me atreví a preguntar:

- Pero, oh, Apóstol, yo soy un hombre insignificante. ¿Cómo voy a combatir al Maligno comentando en unos blogs? Es una tarea demasiado pequeña para un objetivo tan importante...

- Tono, escucha: ¡Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas!

Y la boca desapareció dejando un pequeño halo de humo.

Media hora después llegaba a mi cuenta de Gmail un correo con una lista de seis blogs. El primero se llamaba "Qué barullo en la herida" y junto a este título figuraba una breve nota: "en él se incita al pecado y se hacer burla de lo más sagrado y noble".